miércoles, 4 de abril de 2012

Solo entonces

Camino, camino lentamente por la calle, mientras la demás gente corre de aquí para allá, sin detenerse, casi tropezando con sus mismos pies.

Empujándome, obligándome a aferrarme al poste para no caer a media calle, por temor a que un carro con sus llantas pinceles dibuje mi figura en el pavimento.

Al llegar a una esquina, un sombra sale a mi encuentro y sin ánimos de detenerme a conversar con ella le sonrío casi hipócritamente y me alejo.

Una rosa caida al suelo y empujada por el viento, me observa tímidamente, me aserco para levantarla, pero las lágrimas derramadas por la tristeza y la desesperanza me hacen resballar y caer, y acaricio el suelo y por un momento, solo por un momento siento el impulso de besarlo.

Me recuesto en la pared y ella me señala mis pantalones, los observo decorados con el lodo, lodo hijo de la tierra y de las lágrimas en el suelo.

Y justo cuando mi cólera empieza a aflorar, siento la presencia de la esperanza, que de pie junto a mi, me extiende su mano y me obsequia una sonrisa, que me invita a levantarme y a continuar mi camino en esta vida, larga y corta, pero hermosa vida.

Y es entonces, solo entonces, que me doy cuenta que no tiene sentido la vida del hombre
del hombre aquel que se ata de pies y manos con el miedo, del hombre que se niega a abrir los ojos cada mañana para no tener que cerrarlos cuando la luna lo salude. No tiene sentido la vida del hombre que se niega a si mimso una nueva oportunidad en esta vida, larga y corta, pero hermosa vida.

                                                                                               Sonya




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