Con mil rostros, pero ciega te apareces musa de criminales y poetas. Tus tiempos interminables, son la tortura del que sufre y espera, robas arrebatadamente los minutos de los amantes, aunque sonríes siempre como cómplice silenciosa de los besos robados. Guardas tus momentos para los que vuelven cansados, mientras acompañas a los que duermen sin amparo. Eres santuario de las almas que fueron arrancadas en primavera y albergas también a las que pagan sus penas. En tus memorias escondes atesoradamente al amante olvidado que junto a tu silencio contempla sus recuerdos, conservas también la entrega inocente y apasionada de la virtud, pero por sobre todo guardas el último suspiro del ser querido, del que se despide con tierno beso y deja tremendo vació que tu inmensidad jamás llenará.
Sonya
Sonya
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