Quise yo un día
embriagada de alegría
con una sonrisa
regalarte el alma mía.
Pero como fatal veneno
el enojo hizo vibrar mis venas
al saber yo, de tu mentira.
Y mucho honor para tí sería
sentenciarte como el único
culpable de mi dolor y
entregarme a la desdicha.
Esto te lo concederìa
si no fuera yo... la dueña de mi vida.
Sonya
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